«Más allá de los premios de la temporada y novedades de la cartelera, otro film toma forma; más allá también de los ámbitos habituales de percepción de lo que es el cine y de cómo lo hemos definido hasta ahora.
»Hay que ir un sábado por la noche a la mítica sala Llantiol de la calle de Riereta en Barcelona, que aún sobrevive en medio del desbarajuste absoluto en que se ha convertido el panorama nocturno del ex-barrio chino de la ciudad, donde se ha conseguido borrar la telaraña de milagros, rincones secretos, locales perversos y espacios de creación espontánea, al mismo ritmo que la piqueta dicen que esponja la insalubridad con una feroz uniformidad arquitectónica. Un barrio y una vida definitivamente disciplinados… No es ésta la película que nos gusta, claro está. Hay que buscarla más lejos…
»En el Llantiol, cada sábado, a las once de la noche, actúa Pau de Nut. Pau de Nut es un muchacho de Barcelona, pero es también un chico con su voz y con su violonchelo. Todo lo más, un chico en medio de la oscuridad expectante de la noche del Raval. Pau de Nut es él y el violonchelo, pero coge el violonchelo y te das cuenta de que el violonchelo es él, y es como si se cogiera a sí mismo o como si tocara con los dedos una parte muy íntima de su anatomía: las fibras de un corazón, los músculos más vibrantes de las entrañas, los tejidos delicados del pensamiento que es sentimiento y que es lúcido respeto por la belleza y la sinceridad (que siempre merecen respeto), y también la carnosidad del sexo y la textura de quella piel que te transmite placer y vida, y humor y la aventura y la energía a veces muy íntima del cine musical.
»Pau de Nut hace un film en directo que se llama Conciertoencanto que con la ecléctica suavidad de un viaje dramático por los capítulos necesarios del planteamiento, nudo y desenlace, pero también la sorprendente linea discontinua de un montaje en mosaico, nos lleva de Tim Buckley a Jacques Brel, de Juan del Encina a Vera Lynn, de Astrud a Alaska, de Billie Holiday a la potestad del relámpago Rocío Jurado, y todo perfila finalmente el diálogo necesario entre las voces, entre él y nosotros, y entre el sonido y la vida.
»La luz en el Llantiol toma la dimensión de una pantalla y la oscuridad del ambiente te adentra en el rincón concreto de este camino musical. Desde el primer momento la panorámica y el travelling y el zoom y el plano general y el primer plano y el inciso de detalle y el sentido de la escenificación que hace de los movimientos secuencia y de las secuencias un perpetuum movible estructurado con el tesoro final del ritmo perfecto, te hacen entender que asistes a algo muy similar a las 24 imágenes por segundo (¿24 notas? ¿24 emociones?) que hacen ciencia física en el arte del cine, sonoro.
»Pau de Nut tal vez no lo sepa, pero el es también uno de esos que, viniendo de la nada, o del filtro inevitable de las tradiciones bien asumidas, inventa cada noche una nueva forma de ser cine, de ser música i de hacernos partícipes del cine y de su música. Me han dicho que muy pronto reaparecerá en el Espacio Inestable de Valencia, del 26 al 28 de febrero, para interpretar y dirigir Mi relación con la comida, de Angélica Liddell. Será una nueva experiencia, o una puerta abierta inevitable en quien no es solamente un muchacho con un chelo, sino uno de esos raros pasos adelante que te hacen creer que no lo hemos visto, oído y comido y digerido e integrado y sepultado todo en el índice de las sensaciones asimiladas y olvidadas: el sábado a las once de la noche, en una isla en mitad del océano del aburrimiento que se llama Llantiol y se llama Conciertoencanto.»
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